Tres cosas le volvían loco: las siestas en el sofá, hacer hoyos en el césped y los muñecos que pitan al morderlos.
Hoy escribo el post que esperaba no tener que escribir en muchos, muchos años. Con todo el dolor de mi corazón hoy sé que nuestro perrito Vader, muy a nuestro pesar, no era, como pensábamos, de titanio.
Ayer nos dejó después de una vida no muy larga aunque espero que sí muy felíz.
Todo el mundo piensa que su perro es especial, pero es que Vader realmente lo era. Nos enamoramos de él, de sus ojitos tristes, de su boquita tipo Fuyur, a través de una foto en la que pedía a gritos que le adoptáramos. Fue un amor a primera vista. En la protectora no sabían con certeza cómo había sido su pasado, pero a juzgar por los miedos que traía, alguno de los cuales le duró toda su vida, sin duda debió ser terrible.
Nuestros comienzos con él fueron difíciles, pero muy cómicos a la vez. Y es que este perro era un show. Conmigo cogió pronto confianza convirtiéndose en mi sombra, pero fue la excepción, porque tardaba mucho tiempo en fiarse de cualquiera. El primer día en casa, le dejé con mi marido y un amigo, y al volver, los encuentro muertos de la risa a ellos y a él con la cabeza completamente metida en un hueco del sofá, como un avestruz pero en rechonchito y peludo. Durante semanas vivió debajo de una mesa, y mi marido sólo tenía que levantar una mano para que saliera disparado a esconderse... afortunadamente eso pasó, y pronto nos convertimos en su familia y su refugio.
Memorables han sido sus "buf, buf" hacia cualquiera, porque ni siquiera eran ladridos... también sus visitas al veterinario, donde se quedaba completamente inmóvil, como si fuera una estatua y ni siquiera pestañeaba hasta que nos íbamos. Imborrables sus momentos de locura que le hacían correr y saltar por los sofás, como si mi casa fuera el hipódromo.
Siempre le venía bien salir de paseo y, a pesar de ser muy pequeño, tenía unas patitas robustas que le hacían aguantar caminatas interminables. En el campo se le ponía la "cara de loco": todo el día con la boca abierta y la lengua hacia un lado, corriendo y disfrutando y, si era menester, hasta persiguiendo gallinas. También le gustaba la arena, en ningún sitio le he visto correr tanto como en la playa de Peñíscola... madre mía, parecía un galgo!
Era un perro muy dulce y cariñoso. Siempre estaba dispuesto a darte un beso de los suyos, qué digo uno, miles... Con otros perros nunca tuvo problemas y se adaptaba a jugar con cualquiera, grande, pequeño, macho, hembra... no hacía distinción.
Yo me quedo con sus momentos de juego con mi otro perro Roky, con los besitos que les daba en los pies a mis niños, y a mí misma siempre que iba descalza, me quedo con esa mirada que te deterría el corazón, me quedo con esa forma tan delicada de coger la comida de tu mano, me quedo con su paciencia cada vez que le hacíamos una foto de coña con un sombrerito ridículo, o incluso con una lata sobre la cabeza, me quedo con el ruidito que hacían sus patitas sobre el parquet. Echaremos muchísimo de menos todas esas cosas, y tantas otras que os podría relatar.
Sus últimos meses han sido muy duros para él y para nosotros. Pero a pesar de haberlas pasado canutas, a pesar de que, por su enfermedad (aunque desgraciadamente lo hemos entendido todo muy tarde) nos ha hecho limpiar y sufrir más de la cuenta, a pesar de todo, no ha habido ni un solo momento en que dejáramos de quererle, ni una sola vez nos hemos arrepentido de haber hecho aquella llamada a la protectora interesándonos por él. Ni una. Porque él ha sido nuestro PERRITO, el primero, el pequeñín, nuestro fiel amigo Vader.
Hasta siempre amigo. Siempre estarás en nuestro corazón.